Genius and Poet Mariano Melgar by ~John M. Kennedy T. on deviantART
Carta A Silvia
Primera Parte
Por si logro mostrarte mi firmeza,
Por si, al fin, tus recelos se disipan,
La historia de mi amor, toda mi historia,
Voy a contarte, mi querida “Silvia”.
Quizá, al verla, tus ojos amorosos,
Te moverán siquiera mis desdichas
A que abandones tus sospechas falsas,
Y ese llamarme “Infiel”, con que me arruinas.
Veinte veces el sol repasó el cielo,
Y otras veinte la tierra sus delicias
Mostró, en la primavera, desde el punto
En que comenzó el curso de mi vida;
Y en tantas veces, nunca en mi se vieron
Los fuegos del amor, ni sus fatigas:
Libre por eso, alegre y satisfecho
Ni la pena ni el llanto conocía,
Y clamaba, al mirar a los amantes:
“No he de sufrir de amor las tiranías.
Nunca seré vilmente subyugado
Par ese amor que halaga y esclaviza”.
Pero ¡instante falta! llegó el instante
En que debió empezar mi entera ruina,
Cuando jamás osé mirar de lleno
Duna mujer el rostro, vino el día
En que al pasar mi vista por los ojos
De una joven amable, hallé su vista
Clavada en mí: quité mis ojos luego;
Pero no sé por qué se me ofrecía
Que en ella algún amor ya comenzaba;
Y esta idea halagüeña y seductiva
Me hace volver, no bien determinado,
Hacia el objeto que ahuyentó mi dicha.
Tres veces volví a ver sus vivos ojos,
Y tres veces hallé que me veían:
Ya no fui mío, fui del amor solo.
Esos pequeños ojos que lucían
Y me hablaban al alma, me robaron
La paz, el corazón y el alma misma.
Mas combatí este amor, vencí su fuerza,
Deliberé, y en calma bien tranquila
Resolví en largo tiempo deshacerme
De otros deseos, que antes me movían;
Y a ligarme con lazos do Himeneo
Mi sensibilidad, al fin, me inclina.
Aún no te conocía: entonces sola
Hubiese sido dueña de mi vida.
Volví a ver, por acaso, aquella joven
Que me había encendido con su vista.
Y volví a arder, al punto, en fuego vivo,
Y empezó mi penar y mi agonía.
Hícele ver mis ansias, y resuelto
Le protesté ser suyas mis caricias;
Le Juré eterno amor, si el amor suyo
Ella invariable para mí encendía.
Te vi después, ¡ay “Silvia”! ¡qué atractivo!
Mas no pude vencer mi fe ofrecida:
Tanto como esto cumplo mi palabra,
No te ofendas de que hablo sin mentira;
Ves aquí mi verdad y mi firmeza,
Tu atractivo mayor no me vendía;
Y Melisa mi dueño siempre fuera,
Si no me hubiese herido su alma altiva.
La ingrata, que al principio demostraba
Pagar mi amor, Se muda, y en el día
Ante ella protesté que sus desvíos,
Si continuaban luego, con justicia,
Me harían apagar mi fuego ardiente.
No lo creyó, sin duda; siguió esquiva,
Y yo supe cumplir con olvidarla,
Por más que mi dolor se me oponía.
Seis lunas no duró, ni durar pudo
Una pasión tan mal correspondida:
Y, luego que fui libre, ¿quien pudiera
Cautivarme, si no es mi dulce “Silvia”?
Así es que libertad ninguna tuve.
De unas a otras cadenas, en un día,
Pasé, y fui tuyo luego que fui mío
La halagüeña esperanza colegida
De una respuesta ambigua do tus labios,
Animó mi alma, que en tu amor ardía.
Por horas este fuego se aumentaba,
Y del otro acabó hasta las cenizas.
Y a la manera con que las estrellas
Que en medio de la obscura noche brillan,
Desaparece absolutamente
Luego quo el claro sol nos ilumina,
¡Con cuánta indiferencia desde entonces
Miraba yo a la pérfida Melisa!
Sus amantes, su amor, sus relaciones,
Su indolencia sus gracias, ni sus iras
No tuvieron ya más para conmigo
Ni un rastro del poder que antes tenían.
Tú sola eras objeto de mis ansias;
Tú sola, desde entonces, me dominas
Ver tu rostro, fue ver mi gloria entera;
Dejar do verte, fue perder mi dicha.
A toda hora a tu lado estar quisiera,
Y cuanto más te veo, más tu vista
Deseo prolongar siglos enteros;
Tanto el deseo do tu amor me incita,
Continuará...
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