Hace pocos días me enteré de la sensible partida de Humberto Martínez Morosini. Es ahora en estos momentos, visitando esta interesante página que me vengo a enterar de la partida de uno de mis mejores maestros.
Un hombre cordial, un caballero dedicado completamente a su deporte; un especialista en el arte del desarrollo muscular. Un mentor que me supo enseñar sus conocimientos sin exigirme o pedirme nada a cambio. Un guía que me brindó muchos caminos desde mis inicios en ese deporte que unos llaman fisico-constructivismo, muchos otros fisicoculturismo, y yo, aparte de estas denominaciones, con algunos otros pocos más, lo entiendo como la cultura física, o sea como una parte vital para el desarrollo de la vida humana como tal.
Enfrento un dolor muy frío que me cala completamente el alma.
Comparto ese vacio incommesurable, que nos ha dejado Don Manuel Arbulú, con familiares, alumnos, amigos, y allegados.
Estoy sintiendo esa especial expresión fraternal que él me ofrecía incondicionalmente, perdonándomelo todo, aceptádome tal y como era, y acicateándome a dar lo mejor de mí e ir más allá aún todavía de aquello.
Don Manuel, siempre fuiste un maestro para mí, siempre me hacías sentir como un superman y sembraste en mí la idea de llegar a ser todo un campeón; siempre me entregaste un calor muy humano y un cariño muy especial, que lindaba entre tutor, guía, padre, hermano, y amigo.
No miento cuando escribo que yo siempre deseé tener ese aplomo e inspirar esa confianza que a simple vista y desde muy lejos demostraba Don Manuel a todo su prójimo.
Comprendo muy amargamente que al haberme alejado del Perú, sin quererlo, o haberlo ni siquiera pensando y menos planeado, he perdido muchas cosas, todas ellas muy valiosas, sobretodo la riqueza de estar y seguir aprendiendo de profesores tan virtuosos y del calibre de Don Manuel Arbulú.
Nunca las poseía, y menos ahora tengo a disposición las palabras correctas para expresar mi immensa gratitud por sus enseñanzas, consejos, e instrucciones, pero dejenme gritar de emoción carajo: Esto no es dable ni es posible, repito que no puede ser que usted se nos haya ido tan lejos, y no he podido decirle abrazándole como para devolverle, si pudiere, de nuevo la vida: ¡MUCHAS GRACIAS GRAN MAESTRO!
Muy sinceramente mi más sentido pésame...
John M. Kennedy